A menudo se pretende justificar la fabricación de azúcar con el argumento de que el organismo necesita hidratos de carbono.
Esta argumentación no es en absoluto convincente, pues en la fruta puede encontrarse todo el azúcar natural que el organismo exige.
El azúcar que se extrae de la remolacha es, como la mayoría de los elementos aislados, un producto desequilibrado e inadecuado para mantener la vida.
La fruta puede bastar para asegurar las necesidades vitales, pero no se sabe de nadie que haya podido subsistir consumiendo únicamente azúcar industrial.
Al no contener elementos protectores ni ninguno de los fermentos que el organismo necesita, éste se ve forzado a suplir esa carencia proporcionando las substancias que faltan (enzimas, vitaminas e incluso ciertas sales minerales).
Como consecuencia de las transformaciones que el azúcar experimenta en el intestino, se produce cierta cantidad residual de ácido oxálico que se oxida en los músculos y debe ser neutralizado por el hígado.
La parte de ácido que no ha podido ser neutralizada invade los tejidos y es recogida por el sistema circulatorio para ser finalmente eliminada por los riñones.
Señalar que los cristales de ácido oxálico son, como los del ácido úrico, origen de reumatismos, jaquecas, trastornos nerviosos y fatigas excesivas, ya que su eliminación provoca intensos dolores renales y puede ser la causa de la presencia de sangre en la orina.
La repostería comercial
A los inconvenientes del pan blanco y del azúcar industrial hay que añadir los de todos aquellos productos desnaturalizados que normalmente se utilizan en repostería.
El huevo en polvo, los colorantes y aromatizantes químicos, el alcohol, las levaduras químicas utilizadas en cantidades masivas, etc., son la causa de la nocividad de los productos de la repostería comercial.
A título de ejemplo podemos citar las cremas y algunos otros ingredientes cuyo efecto perjudicial para la salud es de sobra conocido.
La confitería
El consumo de colorantes y aromatizantes químicos constituye una agresión a las células, pues obliga a intervenir al organismo para neutralizar sus efectos, cuando ya está exhausto tras los reiterados intentos de asimilar substancias incompletas y desnaturalizadas.