Si tomados por separado el café y la leche no son bebidas muy recomendables, su mezcla constituye una sustancia netamente nefasta, que debe rechazarse.
La ebullición y la adición de café dificultan considerablemente la fermentación natural de la leche, que es indispensable para su normal digestión.
El café con leche no se digiere de forma perfecta, y al llegar a los intestinos da lugar a verdaderas putrefacciones que la bilis no siempre logra neutralizar.
Los efectos de esta corrupción que tiene lugar en los intestinos alcanzan al hígado, la bilis sufre sus consecuencias, y su acción resulta ineficaz ante esta fermentación pútrida que aumenta e invade todos los órganos.